lunes, 31 de octubre de 2016

Autofagia (II): ¡Huelga, huelga!

En el artículo anterior os contaba cómo la célula utiliza la autofagia para redecorar su interior, reorganizar sus orgánulos y deshacerse de todo aquello que le sobra, le estorba o le perjudica de alguna manera, como en uno de esos famosos programas de los canales de la TDT que se dedican a destruir tu casa por dentro para levantar una nueva en la que puedas vivir (y tener más espacio de almacenamiento, que, por alguna razón, es importantísimo tener siempre más). Pues hoy, continuando con la autofagia, vamos a ver cuál es el papel de este proceso en el desarrollo y progresión de la enfermedad, cuando el mecanismo, que pretende contribuir a la supervivencia y el buen funcionamiento, se convierte en una pesadilla de la que no se puede escapar.

lunes, 24 de octubre de 2016

Autofagia (I): la reforma fisiológica de las células

Yoshinori Ohsumi, galardonado
con el Nobel de Medicina en 2016.
Fuente.
Hace apenas tres semanas conocíamos el premio Nobel de Medicina de 2016. A pesar de que todos deseábamos que se lo dieran a Francis Mojica, investigador de la Universidad de Alicante y descubridor de CRISPR/Cas9, el galardón fue a parar al japonés Yoshinori Ohsumi, por su trabajo en los mecanismos de autofagia.

Sí, seguro que dicho así suena a insulto, no os lo voy a negar. Así que para que no llaméis a nadie autófago por la calle (o sí, a saber...), voy a ver si puedo explicar de forma clara lo que es este mecanismo, que tiene una importancia primordial en la vida celular, no sólo en situaciones patológicas, sino también en la fisiología normal del organismo.

lunes, 17 de octubre de 2016

La nueva generación

Hace unas semanas recibíamos, entre el escepticismo y la alegría, la nueva temporada de Órbita Laika. Nuevos colaboradores, nuevo formato, nuevo presentador... había muchas cosas nuevas. Yo me encontraba entre los que querían darle una oportunidad al programa. Iba a echar mucho de menos a los colaboradores antiguos, algunos de los cuales he tenido la suerte de conocer en persona y a los que aprecio profundamente. Pero al ser uno de los pocos programas de divulgación científica que tenemos en la televisión, he querido verlo y darle alguna oportunidad.

Desgraciadamente, el crédito que le había dado al programa, lo han quemado casi por completo en un par de emisiones. ¿Por qué? Bueno, pues voy a contároslo, porque yo también lo valgo.

lunes, 10 de octubre de 2016

Experimentación animal: unos números

Ratón de laboratorio sobre su jaula. Fuente.
Hace cosa de unas semanas, saltó a la palestra la noticia de que los científicos españoles, a través de las instituciones en las que trabajan, habían suscrito un acuerdo de transparencia en lo tocante a experimentar con animales. Sí, claro que sí, salieron los de siempre a decir bobadas, como que si la experimentación no era necesaria, como que no servía para nada, blablablá... Vamos, lo que ya hemos comentado otras veces y con lo que empecé mi andadura en este blog, así que no es hora de repetirlo, creo, aunque saldrán cosas que ya hemos comentado, seguro.

Con este artículo lo que quiero poner en negro sobre blanco son los números, a ver si así empezamos a asumir que no sale nada caro investigar con animales dados los beneficios que suele traer. Vamos a verlo.

lunes, 3 de octubre de 2016

Un parroquiano poco conocido (y III)

Amador Rivas (Pablo Chiapella), Leonardo Romaní (Luis
Miguel Seguí), Javier Maroto (Antonio Pagudo) y Vicente Maroto
(Ricardo Arroyo), parroquianos del Max&Henry, el bar de la serie
La que se avecina. Fuente.

Ya conocemos bastante mejor la historia de nuestro solitario parroquiano. Algunos se han acercado a él, han descubierto que lo que se cuenta, a menudo, es una gran cantidad de mentiras mezcladas con algunas verdades. Y, al final, tras conocerse, acaban haciendo grupito. Un grupito que nos resulta familiar y al que, de una manera u otra, nos conviene acercarnos. Y nos conviene porque quizá, algún día que no podemos prever, será ese parroquiano al que no nos atrevimos a acercarnos, quien nos preste la ayuda que necesitamos. Y no tiene por qué ser a nosotros, sino a algunos de nuestros amigos más queridos o nuestros familiares más cercanos. La quimioterapia ha cambiado mucho. Espero que también para vosotros con los dos artículos anteriores. Eso no cambia que, como los parroquianos de un bar, acabemos también acercándonos a los nuevos compañeros de barra.

lunes, 26 de septiembre de 2016

Un parroquiano poco conocido (II)

Parroquianos del bar de Moe, en Los Simpson. Fuente.
Cuando uno se adentra en la historia del parroquiano que, solo, apura su copa, adquirimos un conocimiento nuevo, más profundo sobre él, sobre sus motivos, sobre las razones de su soledad y su oscuridad. Nos parece más cercano. Nuestro temor se diluye y nos sentimos impelidos a entablar un esbozo de conversación con él. Es posible que tanta soledad haya dado paso a una personalidad huraña que prefiere la compañía propia a la de los demás. El muro que se levantaba a su alrededor acabará por caer. No os preguntéis quién construyó dicho muro, si el que trasegaba licor sin límite como forma de alejar a los demás o los que lo miraban indiferentes sin siquiera acercarse a él por temor a las historias que ellos mismos habían inventado. Sin embargo, lo que es seguro es que cuando ese muro caiga, la familiaridad será completa.

lunes, 19 de septiembre de 2016

Un parroquiano poco conocido (I)

El parroquiano de Giovanni Mochi.
Todos hemos estado en un bar alguna vez. Al menos, todos los que hemos tenido la suerte (o la desgracia, según se vea) de crecer en un pueblo o de pasar los tres meses de verano en él. Sí, ya sabéis, uno de esos pueblos en los que apenas hay un bar (o dos, si el pueblo tiene mucha suerte). Normalmente, en esos bares, durante las horas más cálidas, apenas están los chavales, que se refugian donde pueden de la calorina, mientras intentan aprender a jugar al mus o al tute poniendo en práctica, tímidamente, sus primeras artes. Cuando la tarde avanza y se puede jugar al frontenis o pasear en bicicleta sin sufrir un síncope, la clientela cambia, los padres y abuelos van sustituyendo a los hijos y nietos en las mesas con los tapetes verdes, las gastadas barajas, los amarracos y los tanteros de madera.

Sólo permanecen dos personajes: el dueño del bar, que es el que se encarga de que los chavales no monten demasiado jaleo en un momento en que debería estar sesteando; y ese parroquiano que se pide un sol y sombra tras otro, que permanece en la barra durante horas, en silencio, y del que todo el mundo en el pueblo conoce alguna historia truculenta que les impide acercarse a él, aunque le tratan con respeto e indiferencia. ¿Sabéis de quién os hablo? En este caso, se trata de la quimioterapia.