domingo, 21 de enero de 2018

A la carga con las vacunas (II): Instrucción de combate.

Volvemos al escabroso mundo de la inmunidad adquirida. Ya vimos en el artículo anterior cómo funciona la inmunidad adquirida. Resumiendo mucho, las células T reconocen un antígeno y activan a células efectoras que reconocen ese mismo antígeno para atacarlo. Da igual si el antígeno está en células propias o en elementos ajenos, la orden es la misma: neutralizar la amenaza. Son las células TH las que coordinan todo el ataque, eso sí, con la ayuda de las células presentadoras de antígenos, que son las que avisan de qué y cómo está actuando.

Pero esto plantea un nuevo problema. Dependiendo de qué y cómo actúe, incluso de dónde, el sistema inmunitario debe plantear una estrategia distinta para eliminar al invasor. Así que no vale cualquier forma de hacer las cosas. Por eso existen distintos tipos de vacunas. Vamos a verlas.


Entrenamiento de combate. 

En el Muro, todos tienen que aprender y potenciar sus habilidades. No vale lo mismo Jon Nieve blandiendo a garra que tirando con arco o con un hacha a dos manos. Probablemente, tampoco valga lo mismo Eddison Tollet, alias Edd 'el Penas', como Lord Comandante que como agorero. Por eso no vale cualquier vacuna ni de cualquier forma para combatir un patógeno. Las tropas que combaten cada patógeno tampoco son las mismas. Por ejemplo, las células B se enfrentan a patógenos capaces de producir grandes cantidades de antígenos, como bacterias y virus, usando distintos tipos de anticuerpos. Las células Tc lo harán atacando directamente a células infectadas, matándolas con linfotoxina (una proteína letal para las células). 

Dicho esto, os podéis dar cuenta de lo importante que es identificar correctamente al invasor antes de atacarlo o evaluar si un compañero de armas tiene salvación o no antes de concederle la suma gracia. El entrenamiento es, pues, una parte muy importante dentro del desarrollo de la inmunidad por vacunación.Y, como decimos, no vale cualquier arma contra cualquier enemigo. Hay que entrenar a los reclutas en el uso de las mismas y al conjunto del ejército para coordinarse. Y para eso hay varios tipos de entrenamiento.

Especialización: tipos de vacunas

Entrenamiento de combate hay muchos: combate simulado, objetivos ficticios, entrenamientos tácticos... Y cada uno sirve para un tipo de enemigo. Evidentemente, no sirve lo mismo contra los caminantes blancos que contra los salvajes o los Lannister. Aunque lo mejor sea siempre tener un dragón, no siempre lo tendrás a mano...

Conjugadas

Mance Rayder, líder de los salvajes, con Jon Nieve, infiltrado
de la Guardia de la Noche. Fuente.
Este tipo de vacunas podría considerarse el servicio secreto de nuestros instructores de combate. Se infiltran entre las filas enemigas para conseguir información, luego la ceden al ejército, y este se encargará de atacar cuando toque. ¿Os acordáis cuando Jon Nieve pasó tiempo entre las filas de las huestes de Mance Rayder? El bastardo de Invernalia pasó tiempo entre los salvajes recabando información sobre la composición de las tropas, movimiento, suministros... cualquier cosa que pudiera servir para vencer al enorme ejército de la gente de Más Allá del Muro. Pues se podría decir que las vacunas conjugadas son de este tipo.

Las vacunas conjugadas se utilizan contra patógenos que no desatan una reacción inmunitaria potente. Algunas bacterias, por ejemplo, tienen una envuelta de azúcares que impide su reconocimiento correcto por parte de las células del sistema inmunitario. Para poder reconocerlas, se conjugan (esto es, se unen) dichos azúcares a antígenos que sí son reconocibles, de forma que el procesamiento de dicho antígeno provoque la exposición de la cubierta de azúcares para ser reconocida por las fuerzas del orden. 

Subunidades

Blasones de diez de las casas de Poniente. Composición propia
basada en los blasones de la serie Juego de Tronos.
Los maestres son capaces de enseñar a sus pupilos los estandartes de las distintas casas de Poniente. O cómo son los capitanes de los salvajes de Más Allá del Muro, para reconocerlos a ellos y su forma de atacar (no son lo mismo los thennitas que los gigantes o los hombres de Casaca de Matraca). Reconocer las enseñas y las señales que los identifican ya sirve para tener una idea de quién viene, con qué fuerzas cuenta y en qué elemento se siente más a gusto (pocos se atreverían a enfrentarse a los Greyjoy en el mar siendo expertos piratas pero los Lannister no han demostrado destreza naval). Así, en ocasiones, no es necesario tener toooodo el patógeno completo, sino que basta con una parte del mismo que pueda identificarlo. 

En realidad, las vacunas de subunidades se asemejan a capturar a un enemigo para poder sacarle la información. Las vacunas de subunidades se basan en esto. Actualmente, con la tecnología de la que disponemos, podemos usar el genoma de un patógeno, localizar el gen de un antígeno concreto, introducirlo en una levadura o bacteria y "obligarla" a producir dicho antígeno en grandes cantidades. Ese antígeno se puede purificar y administrar como vacuna para que el sistema inmunitario se lo "aprenda" y esté preparado cuando llegue un patógeno que porte ese antígeno.

Toxoides

Todos los ejércitos enemigos son capaces de producir armamento. Mejor o peor. Y una parte básica del entrenamiento de combate consiste en desarmar al enemigo, aunque no se causen bajas. Me váis a permitir que aquí me salga de la ambientación de Juego de Tronos y me acuerde de mis queridos zapadores del ejército de Malaz, los Abrasapuentes. Expertos en operaciones encubiertas para reducir
los recursos ofensivos del enemigo, identificaban posiciones estratégicas, puntos imprescindibles para el enemigo y los destruían o inutilizaban.

Tormund Matagigantes escalando el Muro con sus hombres.
Fuente.
Algunos microorganismos, como el Corynebacterium diphteriae (que es la bacteria que produce la difteria) o el Clostridium tetanii (la que produce el tétanos) producen toxoides. Estos son compuestos tóxicos que son los responsables directos de la enfermedad, no las bacterias en sí. En estos casos, se puede crear inmunidad frente al propio toxoide, eliminando aquello que hace el daño, aunque no se elimine a lo que lo produce. Aquí es donde entran nuestros zapadores. Si volvemos al mundo de Poniente, tendremos que acordarnos claramente de la escena en que los hombres de la Guardia de la Noche destruyen parte del Muro para evitar que los Salvajes trepen por él. Y es que la defensa de la plaza a veces incluye estas cosas...

Atenuadas

Capturar a un enemigo también es una forma de saber a qué nos enfrentamos. En el Muro, pocas veces se puede capturar a uno de los Salvajes, porque la altura de la estructura y la distancia entre esta y el cobijo de la foresta que hay Más Allá son demasiado grandes como para intentar bajar y coger prisionero a alguien. Pero a veces hay algunos que son más intrépidos que otros y logran atravesar las puertas del Muro. A estos, aun llenos de rencor y odio, se les puede utilizar para saber qué, cuántos y cómo vienen en el ejército invasor. Vamos, que acaban cooperando con nosotros para vencer a sus propias huestes.

Tormund, Wun Wun, Jon Nieve y Edd Tollet, 'El penas'. Salvajes
y Guardias de la Noche, cooperando. Fuente.
Teniendo en cuenta que, como seres humanos, hemos sido capaces de aislar los patógenos que producen muchas enfermedades, incluyendo virus y bacterias. Y se pueden utilizar para producir vacunas. Las vacunas atenuadas contienen los mismos patógenos que producen una enfermedad concreta, pero incapaces de producirla. No, no me refiero a muertos ni inactivados, sino incapaces de producir la enfermedad. El patógeno en cuestión sigue íntegro, vivo (si hablamos de una bacteria, claro; los virus son más confusos en esto de estar "vivos"), pero no es capaz de infectar a su hospedador. De esta manera, el sistema inmunitario es capaz de verlo, procesarlo, reconocerlo y guardar memoria por si en algún momento tuviera que enfrentarse al mismo patógeno, pero en su plenitud infectiva. Pero esto suscita una pregunta... ¿cómo, en el nombre de los testículos del Minotauro, se consigue esto?

Pues se consigue mediante "pases". Sí, pases. ¿Sabéis eso de que hay algunas vacunas que no se pueden poner si eres alérgico al huevo? Pues bien, eso es porque una forma de hacer pases para estos patógenos es en huevos embrionados. Entendedlo bien, no es el paso por un huevo embrionado lo que atenúa el patógeno, sino más bien un uso que hacemos de la teoría evolutiva para ello. A ver si puedo explicarlo de forma fácil. El patógeno en cuestión se pone en contacto con un tejido (en un huevo embrionado es fácil porque se consiguen fáciles, pero vale cualquier tejido que el patógeno pueda infectar) y se espera a que el patógeno infecte las células de ése tejido. Se recoge el patógeno que haya podido infectar esas células y se vuelve a poner en contacto con el mismo tipo de tejido. Y este proceso se repite hasta que la tasa de infección sea lo suficientemente alta. Entonces es cuando el patógeno se pone en contacto con células del hospedador original (en este caso, nosotros). Tendremos nuestra vacuna cuando este patógeno que ha "pasado" varias veces por tejido de un hospedador ajeno sea incapaz de entrar en las células del ser humano o sea muy poco infectivo. Es decir, hemos seleccionado un patógeno que es igual que el original pero que se ha adaptado tanto a su nuevo hospedador que ha perdido su "interés" por infectarnos a nosotros. Sus antígenos serán iguales a los del patógeno original y por eso nuestro sistema inmunitario podrá responder cuando llegue el virus o bacteria original, que no ha sufrido esos pases que mencionábamos antes, y que sigue teniendo el mismo interés en reproducirse a nuestra costa.

Inactivadas

Registrar el campo de batalla una vez librada la misma, se haya vencido o no, nos puede dar mucha información acerca del enemigo. Se puede saber qué armas y pertrechos usan, sus materiales, incluso estimar el número de arqueros, hombres a caballo y hombres a pie de nuestro oponente por los caídos tras el enfrentamiento, para estar preparados ante un eventual regreso.

Algo similar es lo que hacemos con las vacunas inactivadas o muertas. Se trata de administrar al paciente el mismo patógeno que provoca la enfermedad pero muerto o inactivado. Esto se consigue tratando al microorganismo con algún agente químico o físico que lo mate. Ejemplos de estos métodos son el formaldehído, el calor o la radiación, que son capaces de atacar la integridad estructural del patógeno y acabar con ellos. Pero esto tiene un problema, que estoy seguro que ya habéis identificado vosotros. Si se elimina la integridad estructural del patógeno, ¿cómo va a hacer el sistema inmunitario para reconocerlo y atacarlo en un futuro?

Hemos hablado mucho en el blog sobre cómo se genera inmunidad frente a un patógeno. Mucho. Muchísimo. Así que ya deberíamos tener todos claro que para que se genere dicha inmunidad debemos tener un antígeno que pueda ser procesado por el sistema inmunitario. Si los destruimos al inactivar a nuestro patógeno, dichos antígenos no generarán una respuesta inmunitaria correcta. ¿Cómo corregimos el problema? Pues también hemos hallado una solución a esto. Una solución que resulta polémica y que les da a los antivacunas pie a muchas críticas de las que hacen. Son los adyuvantes, sustancias que potencian la capacidad de un antígeno de generar una respuesta inmunitaria.

Adivinad de qué hablaremos en el próximo capítulo.

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