El parroquiano de Giovanni Mochi. |
Sólo permanecen dos personajes: el dueño del bar, que es el que se encarga de que los chavales no monten demasiado jaleo en un momento en que debería estar sesteando; y ese parroquiano que se pide un sol y sombra tras otro, que permanece en la barra durante horas, en silencio, y del que todo el mundo en el pueblo conoce alguna historia truculenta que les impide acercarse a él, aunque le tratan con respeto e indiferencia. ¿Sabéis de quién os hablo? En este caso, se trata de la quimioterapia.