La semana pasada
comenzábamos una serie de ocho artículos que pretende dar respuesta a algunas de las personas que niegan la existencia del VIH y/o su relación causal con el SIDA. Comentábamos cómo se descubrió el virus y cómo, desde el mismo momento de su aparición, hubo un movimiento que se lanzó a una carrera para negar cualquier paso que se diera en la investigación relacionada con el VIH, negando su relación con el SIDA o incluso llegando a decir, bien que el VIH no era patógeno, como Peter Duesberg, bien que el SIDA se debía a otras circunstancias como la pobreza o el sexo homosexual, como el grupo de Perth.
Hoy vamos a tomar una de las alegaciones centrales de su negación: que no hay evidencias de la existencia del virus. Vamos a coger varias de estas evidencias físicas de la existencia del VIH y las iremos comentando poco a poco, desgranándolas con el fin de demostrar si el VIH existe y si su presencia se ha ido confirmando, y no sólo por haberse visto el propio virus, sino por otros métodos.