A raíz de una discusión en Facebook, esta semana he cambiado el tema del que iba a hablar en el blog. Así que dejaremos el tema de que los científicos no somos ONGs para más adelante y vamos a centrarnos sobre el peligro que supone un colectivo que, amparándose en un artículo falseado de un medicastro, publicado en The Lancet en 1998, han creado una especie de culto anticientífico que no atiende ni a razones ni a realidades. A eso y gracias a la publicación, esta semana, de un artículo que da carpetazo a las pretensiones de los antivacunas y que demuestra, de una vez por todas (otra vez), que las vacunas no provocan autismo.
Y es que, a pesar de todo el esfuerzo invertido por este y otros estudios, hay quien sigue empeñado en creerse la estafa de Wakefield. Es más, el BMJ le dedicó una serie especial a la farsa que Wakefield montó en The Lancet en 1998. Tras todo ese circo, en 2004, hubo una retractación parcial, hasta que, finalmente, The Lancet retiró el artículo en 2010. Doce años de controversia que han creado un culto a una mentira, una religión anticientífica y ridícula que no ha hecho sino crear más problemas, a pesar de, como véis, haberse retirado el artículo.
Una de las consecuencias más graves, como sabréis, es la epidemia de sarampión en Disneyland en Estados Unidos. En un país en el que el sarampión se había declarado erradicado en el año 2000, la aparición de más de un centenar de casos, supuso una evidencia muy fuerte del daño que pueden provocar los irresponsables que deciden no vacunarse.
El problema, como siempre, no son ellos mismos. Cada uno tiene la libertad de hacer lo que quiera con su cuerpo, me espetaban a mí el otro día en Facebook. Mi respuesta, que transcribo aquí, no pudo ser más lapidaria: Si a mí me parece perfecto que te cortes una pierna para ver cómo te desangras como un cerdo. Pero ya no me parece tan perfecto que me contagies un sarampión porque a ti no te da la gana vacunarte.
Sí. El argumento ha mutado. Al principio, el argumento para no vacunarse o no vacunar a los niños era el peligro de desarrollar un autismo. Esto podría ser razonable: librarse de un sarampión y cambiarlo por un autismo no parece ser un daño asumible. Pero cuando cientos de millones de personas en el mundo nos hemos vacunado con la MMR sin tener ningún problema, el que la vacuna provocara autismo parecía una afirmación un tanto arriesgada. Tal y como ha acabado por demostrarse, efectivamente, no es que fuera arriesgada, sino que, además, era falsa. Pero ya hay muchos grupos que han hecho de la negativa a vacunarse un negocio. Un negocio de pseudoterapias que prometen inmunización por muy distintas vías, incluyendo la inútil homeopatía. Así que, ¿iban a dejar escapar esta gallina de los huevos de oro?
Pues no. Escudándose en la "libertad de elección" o como quiera que se llame, haciéndose adalides del "cada uno con su cuerpo hace lo que quiere", defienden su derecho a no vacunar a sus hijos o incluso no vacunarse ellos. Y a mí me parecería bien. Me parecería bien si el no vacunarse les afectara únicamente a ellos. Sin embargo, hay un fenómeno llamado inmunidad de grupo (o herd immunity, si preferís el término en inglés) que convierte su libre elección personal en un flagrante peligro para la salud pública.
¿En qué consiste la inmunidad de grupo? Así, en plan básico, la inmunidad de grupo podría definirse como la protección que los individuos inmunizados ofrecen a los no inmunizados. Esta protección está basada en la capacidad que tienen los individuos inmunizados para rechazar al agente causante de una enfermedad sin contraer la misma y, por lo tanto, no contagiársela a aquellos que no están inmunizados.
Un ejemplo: en una familia en la que acaba de nacer un bebé, este no estara inmunizado frente al sarampión. Si toda la familia que tiene contacto con el mismo está inmunizada, aunque haya un brote de sarampión, el bebé no lo contraerá, puesto que ninguno de los que le rodean se lo transmitirá. Sin embargo, si alguien en la familia está sin vacunar, podría ser un peligro para ese bebé.
La inmunidad de grupo no es selectiva. Quiero decir que no distingue entre quienes no pueden vacunarse y quienes han sido tan irresponsables de no hacerlo. Si una gran mayoría de la población se vacuna, la protección para aquellos que no lo hacen, sigue funcionando. Pero, ¿qué pasa cuando en una comunidad, una población, el número de no vacunados crece y supera al de no vacunados? Pues que la carga vírica total aumenta y la inmunidad de grupo se va al carajo, provocando un aumento del número de casos.
¿Cómo puede entonces resurgir una enfermedad casi erradicada? Si ya ha sido eliminada de una región concreta, que la gente se vacune o no, no importa. Pero se os olvida que en esta época, nuestro mundo está más que globalizado. Y basta que alguien de una zona en la que aún está presente viaje a esa zona en que se considera erradicada para que haya un nuevo brote de la enfermedad. Para conseguir erradicar por completo una enfermedad, como la viruela, hay que conseguir erradicarla en todo el mundo. Y eso, desgraciadamente, no es posible. A muchas zonas no llegan las vacunas.
Pero es peor que, donde llegan, la gente no se las ponga. ¿Por qué ocurre eso? Pues básicamente por el mismo motivo que la gente suele rechazar cualquier avance científico que no nota en su día a día: que pasa desapercibido.
Cuando uno se ha criado en un entorno en que no ha existido el sarampión, la rubeola o las paperas, cuando la salud está a la orden del día y se tiene un estado sanitario en el que las enfermedades infectocontagiosas no son corrientes, llega a la conclusión de que esas enfermedades no existen. Y aquí es cuando gente que tiene el culo caliente, la cabeza seca y el estómago lleno empieza a conjeturar: si el sarampión no existe, porque hay cada vez más gente vacunada, pero también se diagnostican más casos de autismo... ¡Eureka! La vacuna del sarampión causa autismo. Ya, ya sé que el razonamiento es incorrecto, pero explicádselo a quienes se creyeron el fake de Wakefield que hemos citado antes... No se puede. Y aunque intentes explicarles que hay gente que no puede vacunarse, que pueden sufrir las consecuencias de su irresponsabilidad tampoco parece importarles.
Por suerte, tenemos el estudio publicado en JAMA. ¿Por suerte? No. Vale, no produce autismo pero, ¿sabes lo interesados que son esos estudios? No, no me fío, porque soy libre de hacer lo que quiero con mi cuerpo. Y abstente de decirme que estoy equivocado porque entonces estarás siendo un fundamentalista científico comprado por las malvadas farmacéuticas para instaurar un estado de terror a enfermedades que, en realidad, no son tran graves. Sí, es una respuesta real al planteamiento del estudio de JAMA.
Sé que no soy el único al que le parecen ridículas estas respuestas. Pero es que no puedo imaginarme chorradas más grandes que esta (o igual sí). Y es que cuando todo da igual, cuando los resultados no suponen un argumento para ti, cuando has abrazado una religión, no importan las demostraciones, no importan los argumentos. Sólo importa buscar alguien que confirme tu propio sesgo cognitivo. Pero no sólo eso, sino que te sientes orgulloso de buscar ese alguien que dé sostén a tu chorrada particular. Es más, clamarás por una duda, aclamarás la duda escéptica, pero te convertirás en alguien que duda por dudar. ¿Dudarías acaso de la gravedad? ¿Crees que flotarás si la niegas?
Pues siento ser quien te pinche el globo. Pero ni vas a flotar negando la gravedad ni las vacunas van a ser peligrosas acogiéndote a las mentiras de un farsante.
Sin embargo, lo que sí puedo hacer es intentar hablar con la gente que aún duda. Esa gente que o bien no tiene la cultura científica suficiente o bien ha sido "abducida" de alguna manera para apoyar una causa que no tiene razón de ser. Es a ellos, a los que no entienden por qué dicen que las vacunas son peligrosas y les causa dudas, a quienes me dirijo ahora: señores, las vacunas superan multitud de controles de seguridad y eficacia. Hemos perdido doce años en demostrar que las afirmaciones de Wakefield eran falsas; seguimos perdiendo tiempo en demostrar que son seguras, pues han pasado 5 años desde entonces y aún ha hecho falta el estudio de JAMA. No tienen por qué creerme, léanse el estudio y, si tienen alguna duda, por favor, pregunten, estaré encantado de contestársela. Pero analicen bien los datos, comprueben bien lo que dice el estudio. Y llegarán a la conclusión de que quienes intentan convencerles de que las vacunas no son adecuadas para sus hijos, sólo intentan engañarles y hacer negocio con ustedes.
Y si no, piensen si una enfermedad que tiene un 15% de mortalidad no es peor que tener un 0,01% de probabilidades de sufrir una reacción adversa tan grave como la muerte. Creo que este es el mejor argumento que se les puede dar. Pero, como digo, no me crean a mí. Lean el estudio y pregunten lo que no entiendan.
Y si no, piensen si una enfermedad que tiene un 15% de mortalidad no es peor que tener un 0,01% de probabilidades de sufrir una reacción adversa tan grave como la muerte. Creo que este es el mejor argumento que se les puede dar. Pero, como digo, no me crean a mí. Lean el estudio y pregunten lo que no entiendan.
La vida de sus hijos merece que, al menos, hagan el esfuerzo.
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