lunes, 2 de noviembre de 2015

Epidemia

No, tranquilos, que no me refiero a una rarísima enfermedad mortal que pueda llegarnos a modo de juicio divino y aniquilarnos a todos por pecadores (aunque haya gente a la que le gustaría, y todos sabemos ya de quién hablo). Me refiero a una rara dolencia que sufre una de las profesiones más notorias en todos los países del mundo.

No, tampoco hablo de los peluqueros, por mucho que la IARC clasifique la peluquería como profesión sometida a un riesgo probable de padecer cáncer en categoría 2A. Aunque sí hablaré de la IARC más tarde. Me refiero a los periodistas. Y, más concretamente, a un grupo de ellos, no a todos. Me refiero a ese grupito de periodistas a los que la realidad les importa medio ardite y sólo pugnan por vender un titular o lamerle el ojal al gurú de moda. Sí, son esos que hacen, como yo digo con toda la inquina de la que soy capaz, periodismo gilipollas.

No te pases...


Bueno, vale. No me pasaré. Cambiaré el apelativo de periodismo gilipollas por periodismo juntaletras. Pero básicamente es lo mismo: ese tipo de periodismo que no se hace por informar, sino por engrosar las páginas de un diario a costa de la información misma. A veces, incluso esparciendo ya no sólo desinformación, sino información basura, glosando las maravillas de algún sinvergüenza descarado al que el periodista en cuestión le interesa ensalzar porque está de moda ir en contra de lo que sea. 

¿Que aún no entendéis lo que es el periodismo gilipjuntaletras? Pues os voy a traer dos ejemplos muy claritos. Idos preparando, porque vais a flipar en colores. O quizá no.

Adorad todos al gurú

 Pàmies da bastante más miedo que este gurú, interpretado
por Mike Myers
Este es uno de los peores tipos de periodismo juntaletras. Uno puede hacer un artículo, una reseña, una semblanza de un personaje cualquiera y contar las cosas como son. Por ejemplo, uno puede hablar de Rajoy y hablar de que nació en Galicia, su carrera antes y durante su vida política, con quién está casado, cuántos hijos tiene y añadir una pequeña entrevista con preguntas que el Presidente, en el ejercicio de su derecho, podrá contestar o no. Vale. Bien. Esto es un artículo sobre un personaje, su vida y milagros.

Pero lo que no puede serlo es este despropósito que publicaba El Mundo. Leedlo, si no lo habéis leído ya, que no tiene desperdicio, en serio. Los calificativos que le dedican a este individuo son de traca. No, no los voy a reproducir, para eso está el enlace, para que lo veáis. El caso es que es vergonzoso. ¿Por qué? Pues podéis ver una pequeña ración de por qué en este post que se derivó de un programa de televisión en el que se le trató como lo que es: un farsante vendehumos. Pero no tenéis por qué creerme a mí, podéis leer cómo Fernando Cervera desmonta un buen montón del estiércol que el interfecto va esparciendo por ahí. 

Siendo como es que las afirmaciones del tal Pàmies son como son, falsas, y que no se puede demostrar ninguna de sus afirmaciones, ¿cómo es posible que se haga semejante glosa de este personaje? ¿Cómo es posible que se le alabe por recomendar una planta cuyo uso está prohibido, tal y como nos recuerda J. M. Mulet? Este señor se atreve a decir, sin despeinarse, que la stevia puede curar la diabetes...

Es por eso que este tipo de periodismo no puede ser más que periodismo gilipjuntaletras. Mientras que por otro lado se exige a los demás presentar fuentes y más fuentes que sostengan las afirmaciones que hacemos y, aún así, se pasa de nosotros, en este asunto, da igual lo que se afirme y cómo de extraordinaria sea dicha afirmación. Se cree a pies juntillas, y se justifica con una excusita ridícula y absurda que no conduce a probar ninguna de las afirmaciones recogidas en el artículo. Que sí, que está en un suplemento que se llama ZEN.

Pero es que el hecho de que exista tal suplemento ya es suficiente periodismo gilipjuntaletras.

La OMS, la IARC, la carne y la madre que los parió

Esto ha armado tal revuelo que seguro que todos sabéis de qué va. Sí, me refiero a cosas como estas:

Diversos titulares sobre la OMS, la carne y el cáncer
Titulares sobre el asunto de la OMS, la IARC y la carne
A primera vista, quizá no haya problema, ¿verdad? La función de un periódico es informar, ¿verdad? Bueno, pues vamos a repasar un par de cositas antes de asegurar que no hay ningún problema con los titulares.

En primer lugar, hay que saber que la OMS utiliza a la IARC para dar información sobre el cáncer y las sustancias que pueden producirlo. Sin embargo, el papel de la IARC no es evaluar cuantitativamente el riesgo de que cierta sustancia o situación provoque o desemboque en la aparición de un tumor. La IARC clasifica las sustancias y situaciones en categorías que dependen de la solidez de la evidencia científica que existe respecto a ese particular. En román paladino, que no evalúa cómo es de peligrosa una sustancia con respecto a la producción del cáncer, sino cuál es la calidad de la evidencia de que disponemos sobre la relación entre dicha sustancia y la producción de cáncer.

Peligrosos carcinógenos. ¿O  no?
Y sí, que la carne procesada esté en el grupo I significa que existe una evidencia científica suficientemente sólida como para afirmar que el consumo de carne procesada está relacionado con la aparición de ciertos tipos de cáncer, como es, en este caso, el colorrectal.

Sin embargo, y esto parece que los titulares parecen pasarlo por alto (y muchas noticias también, ojo), la incidencia del cáncer colorrectal es bastante baja. Y a eso quizá ayuden unos cuantos datos que muy pocos medios han dado. Por ejemplo, y según datos de la OMS, en el año 2012, murieron de cáncer 8,2 millones de personas en el mundo. De entre todas ellas, 654.000 murieron por cáncer colorrectal. Así pues, si hacemos un sencillo cálculo, sabremos que, en 2012, el 7.98% de los fallecidos por cáncer lo hicieron por cáncer colorrectal.

No acaba aquí la cosa. Puesto que, en todo este alarmismo, se les olvida mencionar que la incidencia del cáncer colorrectal es bastante baja, de alrededor del 5%. Este es el riesgo absoluto. Pero el riesgo relativo sí que lo mencionan. El 18%. Nos hemos cansado de oír que cada ración de 50 g de carne procesada aumenta el riesgo de padecer cáncer en un 18%. Bien. ¿Pero qué quiere decir esto? Pues que un aumento del 18% del riesgo relativo produce, como resultado, un aumento del riesgo absoluto desde el 5% al 5,9%. Es decir, que el aumento del riesgo parece muy alto, pero no lo es tanto. Si queréis entenderlo mejor, Luis Jiménez te lo explica en su blog.

Otro error que han cometido los medios es eso de que son tan cancerígenos como el tabaco y el alcohol. Y eso es mentira. Que estén en el mismo grupo significa, como he dicho antes, que la calidad de la evidencia que sostiene la afirmación de que produce cáncer es igual de buena. Pero, y como también he dicho antes, la IARC no cuantifica el riesgo. Así que vamos a hacer nosotros las cuentas comparando con el tabaco, ¿vale? Se calcula que quien fuma un paquete de tabaco diario aumenta el riesgo de padecer cáncer de pulmón en 15 veces respecto a quien no fuma. Esto es, un aumento del 1500% en el riesgo relativo de desarrollar cáncer. ¿Sabéis a qué cantidad de bacon diario equivaldría este riesgo? A más de 4 kg (4,166 kg concretamente). Aunque ya os digo yo que si os coméis esa cantidad diaria de bacon, os deberíais preocupar mucho más por el riesgo cardiovascular que supondría que por desarrollar un tumor. Es más, igual hasta no os daría tiempo a desarrollarlo.

Así que, como veis, todo alarmismo. Y periodismo gilipjuntaletras.

Bueno, pero no es tan grave


Homer Simpson y Montgomery Burns visitando la que podría
ser la redacción de algunos medios.
Esa será tú opinión. A mí sí que me parece bastante grave. Vale, es posible que muchos periódicos hayan hecho el esfuerzo por remendar sus declaraciones y hayan incluído artículos que lo explican muchísimo mejor y con mucho más rigor, como éste de Juán Revenga o este de Rosa Porcel en el caso del anuncio de la OMS (de algo que sabíamos hace ya ocho años, ojo). En el caso del suplemento de El Mundo no se conoce rectificación o corrección alguna. 

Podemos incluir aquí la movida que la revista Mía montó con las terapias naturales contra el cáncer, que también saltó esta semana y que comentó Luis Alfonso Gámez tan magistralmente. En este caso, sí que ha habido rectificación. Pero, ¿de qué sirve, cuando acto seguido te siguen publicando memeces y bobadas sin demostrar? Toda la sabiduría de la rectificación se pierde al añadir artículos que siguen en la misma línea absurda de expandir más la merma que parece campar a sus anchas en según qué medios.

Después de todo esto, puede parecerte que no es tan grave que los periodistas vayan por ahí publicando chorradas sin contrastar y dando pábulo a este tipo de cosas. Y no tiene nada de leve, ojo. Es muy grave. Y si no, puedes echarle un ojo a lo que le pasó a Mario, por abandonar un tratamiento de eficacia probada por una pléyade de gilipolleces (así, con todas las letras) que le prometieron muchas cosas, pero que no le ayudaron en nada. O lo que pasó con el niño de Olot al que sus padres decidieron no vacunar. También en la creencia absurda de que las vacunas son inseguras, a pesar de todos los estudios que demuestran que eso es una solemne estupidez.

Pero pueden desembocar en cosas aún más disparatadas, como estas gilipolleces (y no, no pienso rebajarle el calificativo). Sólo hacen falta unos sencillos ingredientes: una comunicación malinterpretada, una juntaletras malintencionada y una habilidad para manipular que podría competir con la de algunos ministros de propaganda del pasado. El resultado, como veis, es una sucesión de falacias, estupideces, tergiversaciones y basura, en general, que aprovecha un comunicado de la OMS para reivindicar quién sabe qué nobilísimas causas de pija con el culo caliente y el estómago lleno. Tanto, que raya el delirio. Pero el sensacionalismo de los pretendidos seres de luz, con su pretendida superioridad moral, tiene estas cosas.

Muchas informaciones sólo conducen a crear
una confusión enorme
Y es que los periodistas, al igual que otros personajes públicos, que poseen un púlpito desde el que vocear, tienen una responsabilidad enorme a la hora de INFORMAR, así, con mayúsculas. Porque cualquier burrada sin contrastar (ni rectificar, como el caso del suplemento chorra de El Mundo) o cualquier sensacionalismo (como el lío de la OMS y el cáncer, a pesar de que haya habido intentos de rectificación) o incluso cualquier mala información (como el caso de la revista Mía, que además peca de incoherente) pueden desembocar en más y más chorradas. Y la bola crece hasta desembocar en cosas que no tienen nada, pero nada en absoluto, que ver con el tema. De esta forma se extienden aún más bulos y cualquier esfuerzo que hagamos los demás, cualquiera, por retirar cualquier bulo, será tomado por dogmático y fanático e incluso deshonesto e interesado, por mucho que tengamos las pruebas de nuestro lado. Y acaban por hacernos caer precisamente en dicho dogmatismo y fanatismo, algo que debemos evitar, como bien nos advierte Deborah.

Así que sí, claro que es grave. Muy grave. Muy grave porque confunde a la gente, crea psicosis infundadas y les lleva a abandonar tratamientos, recomendaciones y terapias, con consecuencias tan graves como la mismísima muerte. Muy grave porque lleva a la gente a crear bulos nuevos, a esparcir mentiras nuevas y confundir las cosas, contribuyendo a crear más desinformación y confusión en ciertos temas. Muy grave porque nos pone a los que tratamos de aclarar las cosas en situaciones complicadas y nos saca del que debería ser nuestro verdadero objetivo. Y nos lleva al hastío y el abandono de dicho objetivo, que no es otro que aclarar todas estas cosas desde el mejor conocimiento al que tenemos acceso.

Así que, señores periodistas, recobren la ética de su profesión. Cuenten la información tal y como es. No intenten entender lo que a ustedes les parezca, pregunten a expertos, consulten con quien sabe. Sólo entonces, redacten. Y aún así, vuelvan a revisar, contrastar y comprobar antes de publicar. Sólo de esta manera darán la información como debe ser, sin generar paranoias, psicosis, alarmismos y bulos innecesarios que luego son dificilísimos de desterrar.

Porque si no, estarán haciendo periodismo gilipjuntaletras. Y eso no es periodismo.

4 comentarios :

  1. Cuando se publicó el reportaje en la revista "Mía" envié un correo electrónico solicitando que por favor rectificaran pues su artículo ponía en riesgo la vida de personas que están pasando por esa situación, Cuando rectificaron, volví a mandar un correo agradeciendo su rectificación. Me contestaron con un agradecimiento. Considero que inundar de correos sus departamentos de contacto puede ser una buena opción para que se "empiece" a pensar en qué publican, cómo lo publican y a tipo de público están destinados sus artículos.
    Excelente entrada.
    Mati

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  2. Podías editar y añadir el artículo de hoy de la Toledano, que te viene al pelo :P

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  3. Si se instaurara un carnet de periodista por puntos, los habría que deberían puntos desde el primer día de publicación... Si a los conductores se les aplica para evitar que los descerebrados estén al mando de una herramienta que puede provocar daños irreparables a terceros (y a ellos mismos), ¿por qué no con una profesión con tantos puntos en común?

    Es una lacra que, a la vez, sólo es un subconjunto que refleja la sociedad a la que pertenecemos.

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