Normalmente no suelo hablar de temas personales en el blog, porque no es el lugar. Pero hoy voy a romper mi propia norma. No es por darme pisto. Tampoco es por dar pena. Sino porque considero que vivo en una situación que es lícito y legítimo denunciar. No quiero compararme con nadie, aunque considero que estoy en franca desventaja con quienes, irracional y estúpidamente, se metieron en berenjenales de los que ahora sólo pueden salir dando penita en la tele. Yo, como científico joven, en formación y con un doctorado a mis espaldas, no voy a salir en ningún programa para darle pena a ningún político o maruja que esté en ese momento delante de la pantalla. Pero me siento especialmente desprotegido y vulnerable. Y esto me está afectando, no sólo laboralmente, sino también en el ámbito personal y a mi salud.
Llevo ya dos años y medio en el mismo pozo que casi seis millones de españoles. No sé si considerarme parte de la normalidad entre ellos o simplemente una anomalía estadística. El caso es que creo que soy de esa parte más bien escasa que tiene una formación superior y está lejos de poder vivir de su trabajo.
Llevo ya dos años y medio en el mismo pozo que casi seis millones de españoles. No sé si considerarme parte de la normalidad entre ellos o simplemente una anomalía estadística. El caso es que creo que soy de esa parte más bien escasa que tiene una formación superior y está lejos de poder vivir de su trabajo.